Yvan

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sábado, 23 de julio de 2011

De las barbies y la tecnología

Cuando era chica, el status social de mis compañeritas se medía por la cantidad de accesorios que tenían para sus barbies. También en la cantidad de kens, porque por lo general, los kens eran considerados como accesorios. Las humanoides de plástico, nunca tenían problemas en compartirlos, incluso, le otorgaba chispa a los melodramas inventados entre ellas.

En unas vacaciones de verano en Atlántida, conocí a Gabriela. Gabriela tenía cientos de barbies, kens respectivos para cada una para que no tuvieran que pelearse, un carruaje, una multiplicidad de ponies, e incluso una gran barbie tamaño natural cuyo vestido de balerina rosado le entraba a ella también.

Nunca supe que fue de su vida, pero para mí, en esa época, Gabriela era millonaria. La Paris Hilton del balneario.

En la actualidad, uno se siente aliviado de que dejó atrás esos irrefrenables hábitos de tener todo de lo mismo. De tener millones de accesorios para un juguete. Grave error.

Hoy en día compramos celulares, les compramos ropita para evitar rayones, le compramos cargadores para el auto, adaptadores para otros países. Ponemos nuestras mejores fotografías de fondo de pantalla. Los adornamos con carcazas distintas en caso de aburrirnos y hasta sufrimos internamente si se daña.

Adquirimos ipods, luego los mejores auriculares, el dock, carcazas de colores carísimas pero que representan nuestra personalidad, le compramos aplicaciones.

Los adultos y los niños tenemos los mismos juguetes, simplemente que estos últimos tienen el beneficio de que se los paguen sus padres.

jueves, 14 de julio de 2011

Los boliches y sus figuras de autoridad

Detrás de la aparente felicidad, la cara del fascismo musical
En los estadios iniciales de la vida, hay muchas formas autoridad que se manifiestan a través de distintos actores. Tal vez sean nuestros maestros, luego profesores y jefes, tratándose del ámbito laboral.

Pero, crean o no, una de las figuras de más poder en nuestras vidas, no es ninguno de nuestros padres. No, la persona que se encuentra en el pináculo de la más alta jerarquía es el Dj de los boliches.

Él reina y lo ha hecho durante años, poniéndo las pistas a su gusto sin importar si a sus súbditos la están disfrutando.
Es aquél, que cuando tenés ganas de bailar, cuando al fin decidís gastar parte de tu sueldo en la entrada al local bailable, repite la misma secuencia de cumbia durante toda la noche.
Vuelve a poner esos supuestos hits que nunca nos gustaron, pero por alguna razón extraña relacionada a la vida de boliche, bailamos con una falsa sonrisa en nuestros rostros.

¿Cuántos años más tenemos que vivir bajo el yugo de la isla del sol? ¿Cuánto más nuestro cerebro podrá tolerar "yo solo quiero sonar en la radio para ganar mi primer millón?

Lo peor de todo, es que este ser admite no estar de acuerdo con el modelo democrático, ya que uno al acercarse amablemente con la intención de pedir un recambio en la selección, el señor Dj se siente insultado e  ignora tus súplicas con burla.

Por eso incito a mis queridos lectores a formar parte de las nuevas revoluciones que están comenzando en internet. No dejen de disfrutar de ir a bailar, pero si el jerarca llega a tocar alguno de esos hits que nos molestan, no teman en acercarse e intentar dialogar con él.

Si nuestros pedidos no funcionan. Deberíamos movilizarnos por la causa, cada vez que el Dj ponga "La isla del sol", quedémonos quietos. No bailemos, en señal de protesta.

domingo, 3 de julio de 2011

Los cumpleaños ajenos

Muestra de gente que cumple años anualmente
Recuerdo una época en donde cumplir años era todo un acontecimiento. Acompañado por una larga preparación. Uno pasaba semanas pensando en qué regalarle al allegado. Se recorría los tres shoppings de pé a pá en busca de aquel objeto ideal, con el cual nuestro amigo se quedaría, y tiraría a la basura la boleta de cambio.

Tardes enteras pensando en qué palabras emotivas plasmar en la tarjeta de cumpleaños, sin repetir las del año anterior. Horas en la computadora, buscando aquel momento kodak, para mandarlo a imprimir y adjuntarlo al regalo.

Contar los minutos antes de las doce de la noche para ir a saludarlo con un cálido abrazo y un beso en la mejilla, en honor a su nueva edad.

En la actualidad, este rito se ve absolutamente bastardeado por la aparición de Facebook. Los cumpleaños han pasado a convertirse en hechos banales. En una sucesión de palabras en el margen izquierdo del monitor "Today it's pepito's birthay, say hello" o algo por el estilo.

Ahora, tus amigos del colegio, con quienes antes jurabas amistad eterna, se transformaron en un simple "felizcumplequepaseslindobeso", sin ningún significado.

Los cumpleaños carecen de todo sentido. Son palabras en un monitor, son fotos virtuales en un álbum tirado en algún lugar de internet.

Además, los cumpleaños no son el evento especial que eran antes, porque Facebook es la evidencia de lo que todos sabemos pero nadie quería admitir: Todos los días del año son el cumpleaños de alguien. El día que tenés hora para el dermatólogo, cumpleaños; el día del parcial de economía, cumpleaños; tu cumpleaños, otro cumpleaños.

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