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Éramos así pero menos nerds |
Presentar una idea es una instancia similar a la de cualquier reality show, donde el pobre alumno desnuda su alma y se ve sujeto la mayor cantidad de críticas posibles mientras está parado delante de un power point minimalista (por no decir pobre).
La primera vez que tuve que presentar una idea me sucedió lo siguiente. A mi equipo y a mí se nos había ocurrido colocar bolígrafos pegados en el refugio de la parada de ómnibus. Toda una idea subversiva, un cannes, un león de oro, un fiap, un ojo de iberoamérica, éramos los creativos más creativos (valga la redundancia) de la clase.
Al finalizar la presentación, el docente hace la siguiente pregunta:
-¿Y qué pasa si viene una persona y se agarra más de una muestra del producto?
¡Es mi momento! Pensé. Me salió la Don Draper de adentro, y mi justificación fue más o menos así:
-Y bueno, si más de una persona agarra más de un bolígrafo ¿qué importa?, si total estamos poniendo el producto en circulación. Y si los planchas (denominación de gente de clase baja en Uruguay) los usan para venderlos y comprar pasta base no es nuestro problema, porque de todas formas estarían utilizando el producto y le darían visibilidad. Que es lo que queremos ¿no?
Para mis adentros yo era una mártir, mi primera gran defensa publicitaria. ¿Dónde está el cliente dueño de la empresa de lapiceras? ¡Traigánmelo!
Evidentemente, el resultado no fue favorable. El docente calificó mi respuesta de absurda y ridícula, me gritó bien fuerte (y me fui corriendo al baño).
Un año después, no compré la fábrica de bolígrafos ni soy una gran directora general creativa en las mejores agencias del país, ni tampoco contraté a mi ex-docente como pasante/esclavo. El año que viene les cuento.