1. People, people, everywhere. Si pensabas que caminar era una tarea fácil, esperá a hacerlo en una urbe completamente minada de seres humanos. Ir de un lugar a otro podría perfectamente convertirse en un deporte olímpico. Ojo, si te pechan y no te dicen "Sorry" es fau.
2. Si los planchas, los terrajas o los gronchos te parecían estéticamente desagradables es porque nunca te viste rodeado de hipsters. Bernisages en galerías de arte, carcasas de iphone de madera, Urban Outfitters, American Apparel, cigarrillos de tabaco, Lana del Rey, bandas de las que NUNCA escuchaste. Shoreditch, trabajar en un startup ecológico, markets vintage, DSLR, coolhunting. Tengo que parar porque voy a vomitar del snobismo pretencioso que veo a mi alrededor.
3. Palomas. Por todos lados, teniendo relaciones íntimas en tu balcón, robando tu comida, mendigando por las calles. ¿Cuándo el gobierno va a empezar a asignar pensiones mensuales a las palomas? Esto tiene que parar.
4. Consumismo exacerbado. Sí, ver ropa es divino, sobre todo cuando tenés plata. Pero si sos pobre y desempleada como yo, tener que soportar tanta bolsa y local de H&;M es un calvario. PAREN DE COMPRAR, BASTA.
No todo lo que rodea el Big Ben brilla. |
6. ¿Pensabas que vivir con tu familia te rompía las pelotas? Dale, imaginate vivir con extraños, que dejan migas en la mesada y las tenés que limpiar vos. Estoy empezando a descubrir la obsesiva compulsiva de la limpieza que llevo dentro.
7. Para finalizar, todo, absolutamente todo, sale un HUEVO. Actividades placenteras y sencillas como ir a tomar un daiquiri al bar de la esquina se vuelven una inversión de suma consideración, lo que hace que en el momento me pregunte qué tanto quiero este trago en este momento. ¿Quizás prefiera gastar esas 8 libras en una remera de H&M?