La humedad del verano trae consigo un sinfín de nuevos visitantes, como lo son los insectos.
En el abrir la ventana para hacer corriente de aire en mi casa y así evitar la asfixia, procura la oportunidad perfecta para que una gran cantidad de insectos ingresen a mi hogar sin anunciarse y de una manera invasiva.
La mayor parte del tiempo ni siquiera noto su presencia, pero hace falta avistar un mosquito dando vueltas para comenzar a sentir que cada centímetro de mi cuerpo pica.
No hay nada peor que estar acostada en la cama, por irme a dormir, y ver un mosquito que sigue abusando de mis instalaciones, dando vueltas, revisándome las cosas. En estas situaciones, no puedo evitar prender la luz, pararme y agarrar la almohada más grande como arma letal.
Por lo general, este tipo de encuentros culmina en una incertidumbre total, ¿habré matado finalmente al insecto? ¿si lo maté, dónde está su cadaver? ¿acaso estará escondido riéndose de mi falsa victoria?
Ahora sí, no hay insecto más particular que la polilla. Con las polillas tengo sentimientos encontrados. Por un lado les tengo como cariño, porque sé que son completamente inofensivas. Además pobres, deben tener terrible complejo de inferioridad provocado por las mariposas. Incluso hasta acompañan. Por otro, hay algo en su aleteo espástico que me parece altamente inquietante. Lo raro de las polillas es que pueden permanecer quietas en un lugar por horas, lo que hace que uno termine conviviendo con ellas por varios días sin saberlo. Me hace esto una mala anfitriona?
*Iba a poner una foto de insectos pero me dio un poco de asquito. Un atardecer descansa mucho más la vista, no creen?
1 comentario:
No existe bicho más desagradable que las abejas. Se hacen las boludas, las que vuelan lento, pero cuando te descuidás...
Siempre tan acertados tus post, querida Jola!
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