
Las vacaciones no son parte de la realidad. Son como una suerte de "remix de la vida", y, dependiendo de lo que se haga uno puede entender sus códigos o no. No es lo mismo estar veraneando en un balneario que vacacionar en una ciudad con la mente puesta en romper el récord de museos y landmarks visitados.
Proseguiré a tratar un tema enmarcado en este segundo contexto mencionado.
Al estar solo o en pareja (aún más solo), es prácticamente imposible sacarse una foto sin la necesidad de la intervención de un tercero, como por ejemplo otro turista. En estos casos se da un estado de solidaridad máxima. En una gran cantidad de casos el otro turista no sólo estará más que dispuesto a sacarte la típica fotografía sino que luego se acercará y preguntará si es adecuada, si la querés en otro ángulo, si querés otra, si preferís con flash, sin flash, con más exposición, entre otras exigencias.
La realidad es que cada vez que sucede eso, lo único que deseo es que la interacción con el desconocido sea lo más corta posible. Un clic y ya está. No hay nada más incómodo que una persona ajena a tu cámara de fotos esté setteándola a gusto mientras estoy parada con una risa forzada por más de 10 segundos.
También está la inevitable forma de trueque fotográfico, ese "te saco y me sacás?" Ahí, el problema se incrementa, la pelota está del otro lado. Todas exigencias fotográficas de las cuales yo prescindía, el otro turista las va a requerir. Y es en ese momento cuando una foto del mismo lugar no es suficiente, sino varias. En distintos ángulos y posiciones, con la cámara vertical y horizontal, con la novia a la izquierda y a la derecha. Pero uno se ve obligado a hacerlo, porque ya te sacó la foto y le debés that much.
Siempré estará la alternativa de la autofoto, teniendo en cuenta de que en los alrededores hay turistas al acecho, con necesidad de fotos. Y un pelotudo autosacándose fotos es la carnada perfecta.