Yvan

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martes, 21 de junio de 2011

La deformación del arte

Me imagino que el autor, cuando tiene la visión de su obra, piensa plasmarla de determinada manera. Las demás interpretaciones estarán libradas al destinatario, mientras su pieza permanecerá intacta.
Lamentablemente, esto no sucede con todas las manifestaciones artísticas. Hay algunos que creen tener la potestad de cambiarla a su parecer. Ellos son los responsables de bastardear hasta las más elaboradas ideas: los que deciden doblar las películas a otro idioma.

Gracias a una investigación de mercado realizada por algunos canales de cable, se tomó la resolución de doblar al idioma español la mayor cantidad de películas posibles, privándonos de disfrutarlas en su idioma original, tal cómo fueron ideadas.

¿Quién fue el dictador que decretó que la gente prefiere las películas en español neutro? ¿Acaso no se dieron cuenta que suenan como retrasados mentales?

Ahora los actores en vez de buscar un sandwich al fridge irán a buscar un emparedado a la nevera. Se llamarán entre ellos con nombres de la índole de Cindy y John pronunciados de una manera tan exagerada, que darían ganas de matarlos antes de enterarse quién fue el asesino.

En lugar de escuchar un fuerte y merecido FUCK YOU, tendremos un fingido"!Maldito hijo de perra!

Esto es algo que no logro comprender en mi cabeza. ¡Por algo existen los subtítulos! O en todo caso, una opción más democrática, que cada uno pueda elegirlo en la privacidad de su propio decodificador. ¿Estamos dispuestos a aniquilar una obra, a hacer de los subtítulos algo del pasado? ¿Estamos preparados para ese futuro?

Por lo menos, no yo.

El colmo del colmo sería que con otra investigación de mercado hubieran decidido pasar los infomerciales a su idioma original.

miércoles, 15 de junio de 2011

Carencias de la Infancia

Mi tamagochi era amarillo.
Nuestros padres alegan haber dado la vida por nosotros. El haber proporcionado absolutamente todo, e incluso más, para desarrollarnos y encontrar nuestro camino en la vida.
Dicen que nos aman, que nos dan y darían todo por nosotros, pero esto, en mi caso no sucedió.

No estoy escribiendo estas líneas para descargarme sobre mi difícil infancia, simplemente quiero recalcar algunas de las carencias que tuve, para que a ningún otro niño le suceda: Los juguetes de moda.


En mi clase, siempre era la última en recibir el juguete en tendencia. Mientras todos jugaban con el suyo en el recreo, yo los observaba con desconsuelo.

Mientras todos hacían malabarismos con el diábolo, yo intentaba que no me golpeara en la cabeza.

Con mirada envidiosa veía los parpadeos que provenían de las zapatillas de los demás niños, sin capaz de obtener un par para mi cumpleaños.

Paciente esperé mi turno para pedir prestado el mete pata, perteneciente a una afortunada, en el recreo de 10 minutos.

Fue recién en el año 2000 que compré mi primer CD de música, con mis ahorros. Obviamente no tenía dónde escucharlo más que en la habitación de mi hermano. La barbie voladora también fue fruto de mis ahorros.

Hombre feliz jugando con su diabolo
Nunca tuve un habitáculo para mi Barbie. Pobrecita se conformaba con interpretar sus historias en la intemperie de mi cuarto. Tampoco tenía auto, en su lugar utilizaba mis zapatillas, sin luces.

Sólo usé patines en las fiestas de cumpleaños temáticas. Si bien yo no me caracterizaba por mi agilidad, tal vez, si hubiese tenido mis patines a tiempo podría haberla desarrollado.

Mi madre me compró la mascota virtual cuando ya había pasado de moda, y estaba de liquidación en el Supermercado. Hoy en día alega que no me la compró por principios "Un bicho que se muere todos los días, pierden la noción de la vida y la muerte". En mi opinión, creo que en su momento lo habría disfrutado plenamente, las cuestiones existenciales vendrían más adelante, de seguro.

En conclusión, si algún padre me está leyendo, comprele el juguetito de moda a su hijito. Nunca se sabe de qué se puede estar perdiendo.

¿O prefieren que termine como yo?

domingo, 5 de junio de 2011

Sobre los treintañeros

Ejemplo mundano e ilustrativo: actriz de hollywood en sus 30
Uno de mis mayores temores siempre fue llegar a los 30 años, por todo lo que ello implica. Responsabilidades, vivir solo, hacerse la comida, arrugas, paso del tiempo, hijos, dejar de ser el centro del mundo, entre otras cosas. Siempre pensé que al llegar a los 30 el mundo se acababa, cual montaña rusa el pico de felicidad había pasado y  la empinada bajada era inevitable.

Pasó el tiempo y yo también crecí, adquirí la consciencia suficiente de mi edad para darme cuenta que los 30 no estaban tan lejos. Dejé de verlos como gente que podría perfectamente tener nietos para llegar a la siguiente conclusión: La gente en los 30 está bastante bien.

No son tan adultos, sino veinteañeros con más poder adquisitivo e independencia. Viven solos, hacen fiestas sin avisarle a sus padres. Se visten mejor porque se compran la ropa ellos. Son cool pero no se lo demuestran a nadie.

Pierden el tiempo con las mismas boludeces que yo, tienen facebook, twitter, forsquare sin pedirle a nadie que les explique como funciona.

En muchos casos, ya han adquirido cierta sabiduría para saber qué hacer y qué no en determinadas circunstancias de la vida, toman atajos.

Les causa gracia los mismos chistes que a mí, incluso tienen un sentido del humor más gracioso, más cultivado.

Tienen hijos, pero los visten como quieren y juegan con ellos a las barbies o a los autitos.

Todavía pueden correr largas distancias, hacer ejercicio sin cansarse. No tienen la necesidad imperiosa de hacerse cirugías.

Eso sí, a los 40 no llego ni a palos.

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